23 de marzo de 2011

Jaime Sabines Gutiérrez (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; 25 de marzo de 1926 - Ciudad de México; 19 de marzo de 1999)

Es un mal sueño largo,
una tonta película de espanto,
un túnel que no acaba
lleno de piedras y de charcos.
¡Qué tiempo éste, maldito,
que revuelve las horas y los años,
el sueño y la conciencia,
el ojo abierto y el morir despacio!


Morir es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse un momento, estarse quieto,
pasar el aire de una orilla a nado
y estar en todas partes en secreto.

Morir es olvidar, ser olvidado,
refugiarse desnudo en el discreto
calor de Dios, y en su cerrado
puño, crecer igual que un feto.

Morir es encenderse bocabajo
hacia el humo y el hueso y la caliza
y hacerse tierra y tierra con trabajo.

Apagarse es morir, lento y aprisa,
tomar la eternidad como a destajo
y repartir el alma en la ceniza.


Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.
Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.
No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,
de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y  yo soy el sediento.
No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.
Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.

(...)Ya no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra , a flor, hueles a amor, a ti,
hueles a sal, sabes a sal, amor y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tú me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en nuestros brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.

 

21 de febrero de 2011

Nicanor Parra Sandoval (San Fabián de Alico, 5 de septiembre de 1914)

Agnus Dei

Horizonte de tierra
astros de tierra
Lágrimas y sollozos reprimidos
Boca que escupe tierra
dientes blandos
Cuerpo que no es más que un saco de tierra
Tierra con tierra -tierra con lombrices.
Alma inmortal-espíritu de tierra.

Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
Dime cuántas manzanas hay en el paraíso terrenal.
Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
Hazme el favor de decirme la hora.

Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
Dame tu lana para hacerme un sweater.

Cordero de dios que lavas los pecados del mundo
Déjanos fornicar tranquilamente:
No te inmiscuyas en ese momento sagrado.


Cartas a una desconocida

Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!


Preguntas y respuestas

¿Qué te parece valdrá
la pena matar a dios
a ver si se arregla el mundo?
-claro que vale la pena
-¿valdrá la pena jugarse
la vida por una idea
que puede resultar falsa?
-claro que vale la pena
-¿pregunto yo si valdrá
la pena comer centolla
valdrá la pena criar
hijos que se volverán
en contra de sus mayores?
-es evidente que sí
que nó
que vale la pena
-Pregunto yo si valdrá
la pena poner un disco
la pena leer un árbol
la pena plantar un libro
si todo se desvanece
si nada perdurará
-tal vez no valga la pena
-no llores
-estoy riendo
-no nazcas
-estoy muriendo
 

Solo de piano

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
Un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
Ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
No son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
Ya que nosotros mismos no somos más que seres
(Como el Dios mismo no es otra cosa que Dios)
Ya que no hablamos para ser escuchados
Sino para que los demás hablen
Y el eco es anterior a las voces que lo producen;
Ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
En el jardín que bosteza y que llena de aire,
Un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
Para poder resucitar después tranquilamente
Cuando se ha usado en exceso de la mujer;
Ya que también existe un cielo en el infierno,
Dejad que yo también haga algunas cosas:
Yo quiero hacer un ruido con los pies
Y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.
 

10 de febrero de 2011

Joaquín Ramón Martínez Sabina (Úbeda, Jaén, 12 de febrero de 1949)

Ahora que no estás
el dolor deja paso a una antigua tristeza,
va cayendo la noche,
nadie llama a mi puerta,
y me duerme el silencio como una madre buena.

Lo peor del amor, cuando termina,
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos...

Pasó por fin, se te cruzó un buen chico
(dime su gracia si te da la gana)
y rechacé el papel de indiano rico
mecenas del divorcio de tu hermana.
La noche que perdiste el miedo al miedo
fue tan corta que dura todavía,
por más que yo, maldito José Alfredo,
te diera más de lo que no tenía.
Me costará ¿qué quieres que te diga?
ser elegante sin romper cristales
ahora que ni siquiera eres mi amiga.
No enseñan a olvidar las autoescuelas,
pero, hasta los feroces animales
lloran cuando los dejan a dos velas.


El cuerpo tiene un ayer
que no se cura mañana,
nueve noches por semana
sin ganas de amanecer.
Laberintos del placer
cuando baja la persiana
del crepúsculo, Diana,
cazadora de vía estrecha,
clava su póstuma flecha,
en mi podrida manzana.
El corazón es un flan
que encoge con cada pena
y se inflama cuando suena
la flauta dulce de Pan.
Eva se va con Adán
porque el amor desenfrena
y, al calor de la verbena,
siempre aparece un muchacho
que le financia el gazpacho
después de la noche buena.
El deseo es un corcel
que la madurez embrida,
cuando el bajel de la vida
no acepta tratos con él.
No se trata de ser fiel
a la esposa malquerida
ni echar vinagre en la herida
de la loca juventud;
la pasión y la salud
pierden siempre la partida.

Ese momento de la madrugada
cuando ya se ha bebido todo el vino del mundo
y no queda en el alma más que el terco deseo
de dormir abrazado a un cuerpo conocido.

Nada hay en las calles
que llene el corazón; lo sabes
y no obstante
un día y otro vuelves
a ellas respondiendo a la voz
de una oscura llamada, buscando
acaso sólo renovar el calor del regreso
a la casa y a la mujer que espera.
Pero no. Que mañana
lo que nunca encontraste
puede estar aguardando por ti en cualquier esquina.

12 de enero de 2011

María Elena Walsh (Ramos Mejía, Buenos Aires, 1 de febrero de 1930 – Buenos Aires, 10 de enero de 2011)

Balada de la alondra persuasiva

En otra madrugada,
por vientos de ceniza,
obedecí al latido de la alondra.
El cielo no era cielo todavía.

La zona del hornero,
el tiempo de la encina
se inquietaban en lento aprendizaje
y el cielo no era cielo todavía.

Hubo un encantamiento
de flor y hierba fina,
un cauteloso antaño de rocío,
y el cielo no era cielo todavía.

Septiembre constelado
de dos campanas frías
rodaba por lugares de silencio
y el cielo no era cielo todavía.
En clima de obediencia
mi pulso recorría
todo un advenimiento de corolas
y el cielo no era cielo todavía.
No regresó conmigo
la alondra persuasiva
porque me desterró de su latido
cuando el cielo fue luz de mediodía.

Balada triste

Era el otoño y era la llovizna,
la inicial certidumbre del poniente.
Mis pasos desandaban su tristeza
mientras sobre la tierra conmovida
era el otoño y era la llovizna.

En el transcurso de las avenidas
todos los pájaros habían muerto,
y las hojas llovían cautamente
sobre la hierba, cerca de mi sangre,
en el transcurso de las avenidas.

¿Qué llanto conocí, qué desconsuelo
bajo los árboles deshabitados?
Cuando en la fuente se reconocía
un cielo de palomas lejanísimas
qué llanto conocí, qué desconsuelo.

Oh muros de mi sed, aquellos muros
que no sé si existieron a mi lado;
bebí en ellos soledad de siglos,
luz funeraria, fríos alusivos.
Oh muros de mi sed, aquellos muros.
Triste ejercicio el de invadir la niebla
por ámbitos inciertos, declinando.
Atravesé desconocidos puentes
en el amanecer de los faroles.
Triste ejercicio el de invadir la niebla.
Todos los pájaros habían muerto
en el transcurso de las avenidas.
Qué llanto conocí, qué desconsuelo:
era el otoño y era la llovizna,
todos los pájaros habían muerto.



Ahora
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada,
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.



10 de enero de 2011

Oliverio Girondo (Buenos Aires, 17 de agosto de 1891 - Buenos Aires, 24 de enero de 1967)

Que los ruidos te perforen los dientes...
       

Que los ruidos te perforen      los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte
ante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar, ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.


Espantapájaros


No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
 ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

2 de diciembre de 2010

Alaide Foppa (Barcelona en 1914 - desaparecida en Guatemala 1980)

"...Entre labio y labio cuánta dulzura
guarda mi boca abierta al beso..."





Elogio de mi cuerpo
  Los ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.

La boca

Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.

Las manos

Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.

Los pies

Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.

Los senos

Son dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.

El sexo

Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.

El corazón

Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
      

17 de noviembre de 2010

Formación del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (17 noviembre 1983)

27 años de la formación del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional

Nos contaba uno de nuestros compañeros jefes, el viejo Antonio, la historia de unas palabras que tal vez venimos a aprender aquí en la otra campaña con toda la gente que escuchamos así. Nos contaba cómo nació la palabra yo. Decía que los primeros hombres y mujeres que poblaron estas tierras eran como la mayoría de los que están aquí, indígenas. Decía que al principio el trabajo que hacían estos hombres y mujeres era parejo repartido para todos y que después llegó el poderoso, el rico, y empezó a quedarse con el trabajo de cada uno.



"Empezó entonces una historia de dolor y de lucha a recorrer la tierra, la tierra que somos y que hoy llamamos México. Y dice que entonces uno empezó a hablar y a decir yo cuando empezó a nombrar su dolor, su rabia, su indignación. Y cuando empezó a decir 'yo sufro, yo peno, yo tengo estos problemas', es cuando aprendió a reconocerse a sí mismo como ser humano. Antes del yo no había nada. Y antes del yo que nació entonces no había explotación ni miseria. Cuando uno dice 'yo' dice un individuo, no dice un colectivo.



"Entonces dice el viejo Antonio que cuando decimos 'yo' nombramos esta historia. A partir de eso empezamos a aprender las otras palabras. Aprendemos a reconocer por la mirada y por el oído al otro que es diferente y lo nombramos 'él', 'ella'. Pero seguimos siendo nada más nosotros, como un individuo, solos separados del resto. Y es hasta cuando abrimos no el oído, no la palabra, sino cuando abrimos el corazón que empezamos a reconocer en el 'él', en la 'ella', esos mismos dolores y esas mismas penas. Y dice el viejo Antonio que cuando el 'yo' encuentra al 'él' o al 'ella' y descubre que es el mismo el dolor que tiene, empieza a construir una palabra que es la más difícil de construir en la historia de la humanidad, que es la palabra 'nosotros'.


"Cuando el 'yo' y el 'él' y el 'ella' se convierten en 'nosotros', entonces es cuando hay la oportunidad de que el dolor y la pena que hizo nombrar al 'yo', que hizo nombrar al 'él' o al 'ella', tienen la posibilidad de transformar el 'yo' en alegría.


"Y llega un momento en que los dolores se juntan y empiezan a preguntarse quién es el responsable de ese dolor y de esa pena que empezó siendo individual, que pasó a ser de una familia, luego de un grupo de trabajo. Y es cuando hablando y escuchando descubren que el responsable de eso es el que está arriba y es entonces cuando nace la palabra 'ellos'.


"Dice el viejo Antonio que cuando uno dice 'ellos' mira hacia arriba, al que construye su riqueza a costa de nuestra pobreza; al que construye su felicidad a costa de nuestra infelicidad; al que construye su futuro a costa de nuestro presente y de nuestro pasado.


"Y entonces dice el viejo Antonio cuando queda acomodado, cabal la forma de hablar de los que están hablando. Nos enseñó que teníamos que dejar el 'yo' en algún momento y aprender a identificar el 'él', el 'ella' sobre el que íbamos a construir el 'nosotros' que necesitaba nuestro país. Decía que teníamos que apartarnos del espejo por muy doloroso que fuera y teníamos que aprender a mirar al otro, en la única forma que hemos aprendido nosotros como pueblos indios a mirar al otro que es con el corazón.


"Entonces nos dijo el viejo Antonio que tenía que llegar el momento en que los pueblos indios tenían que conocerse entre sí y que tenían que aprender a decir 'nosotros', pero iba a seguir existiendo el 'ellos' que nos estaba explotando y humillando y que era necesario como pueblos indios que aprendiéramos a escuchar otros corazones y encontrarnos con ellos.


"De una u otra forma la palabra de arriba nos individualiza y nos devuelve el 'yo', vacío, con el mismo dolor, a cambio de una vaga esperanza que no se va a cumplir. Y si nos rebelamos solos, solos vamos a perder y solos vamos a desaparecer.


"Tenemos que aprender a decir ese 'nosotros' que tanto trabajo nos cuesta; porque nos cuesta trabajo entender que el otro es diferente, nos cuesta trabajo escuchar el dolor y encontrar ahí la semejanza.

4 de octubre de 2010

Ana Laura Macal Dominguez (12 de noviembre 1977 Tuxtla Gtz, Chiapas - 3 de octubre 2008 DF)

AlaMado
Si tu Amistad es tu única oferta? 
Acepto tu silencio..tu olvido, tu oferta..
Al fin y acabo abriré otras puertas...
 
Si te veo…..al mundo ignoro
y sigo tus manos, tus labios, tus ojos…

Si te veo… ahí sentado,
recuerdo tus besos, tu mirada y tu enojo…

Si te veo… la piel se me eriza,
pues es a ella a quien acaricias
y me muero de envidia…

Si te veo… ¡Oh Amor Cubano!
mi corazón se marchita y
solo el canto de las ranas
acompaña mi despedida..

Eso es solo…Si te veo…

Si te veo…
Si te veo…
Si te veo…

He penetrado por las calles citadinas, acompañada del ruido y el smog, caminando de noche con el rugido de los trenes que me llevaran a tu morada…

Esta noche no estarás tranquilo, trolles y brujas habitarán en mi alma..

Comienza las apuestas, ácida y fría gotea en mi garganta ese líquido que embriaga nuestros cuerpos, el humo de los cigarrillos se desvanece con el viento, mientras que la radio continúa con su programación normal…

La suerte desaparece de mi lado, y aprovechas cada instante para despojarme y disfrutar de tu victoria…

Y no satisfecho con ello,
te acercas lentamente, trato de escuchar tu respiración, sintiendo tu aliento, rozando mis labios y cerrándolos con un beso…

Mientras filio canta para los dos,
acaricias cada parte de mi piel, aleteando por que he de partir, temblorosas mis piernas resbalan sales interminables, mis pechos se erizan en cada beso, cada mordida, en cada humedad…

Sabes que cada uno seguirá su camino, busco tú boca y el viento cruel se lleva tus besos, dejando mi alma profanada y apartándome de tu lado…

Nuestros cuerpos se entrelazan, entre lunas y soles, desvaneciéndose con gemidos inmortales…
Solo me quedo con el recuerdo de tu silueta dormida, de tus brazos y tus piernas, de tus ojos, de tu boca humedecida y de los besos de despedida.

23 de agosto de 2010

Enrique Ortiz de Landázuri Izardui (11 de agosto de 1967 en Zaragoza, España)

Aquí está el fugitivo de siempre
Aquí la eternidad que fue un instante
Aquí donde ninguno de vosotros se atreve
Aquí nuestros besos comunicantes

Aquí no hay nadie a quien seguir
Aquí que nadie es un huésped fijo
Aquí sigo viviendo bien sin mí
Aquí sólo quiero estar contigo

Aquí seguro de hacer lo incorrecto
Aquí porque no hay suficientes pruebas
Aquí como un inválido en el desierto
Aquí me quedo
Aquí con ella.



Cuando en la mañana me alla ido
no tendras mio ni un recuerdo
solo un hueco en la almoada
donde meter tu olvido

nadaras en nombres
y pasaras sobre el mio
como quien anda en un camino
tantas veces recorrido

sueña lejos de la trizteza
sueña lejos del dolor
como sino hubiera recorrido
y aun tuvieras intacto tu corazon.

Se ha ido la luz
Pero aún así
Te veo mucho mejor


Se ha ido la luz

Entre tú y yo

Te busco a tientas

Y me logro aferrar
A ese hilillo de voz

Hoy brilla el sol...

No pierdas de vista la esencia

Que la indiferencia nos quiso robar
Te busco en el color magenta
Que tu impertinencia borró al pasar



Luna menguante
Contigo se van
Las fuerzas que en parte
El sol me da
Luna menguante
Oculta entre nubes
Hasta que te marches
No pienso salir
Esta locura que viene y se va
Y si es un espejismo, es demasiado real




9 de agosto de 2010

Rosario Castellanos (Ciudad de México, México; 25 de mayo de 1925 - Tel Aviv, Israel; 7 de agosto de 1974)

(...) La soledad trazó su paisaje de escombros.
La desnudez hostil es su cifra ante el hombre.

Sin embargo, recuerdo...

En un día de amor yo bajé hasta la tierra:
vibraba como un pájaro crucificado en vuelo
y olía a hierba húmeda, a cabellera suelta,

a cuerpo traspasado de sol al mediodía.
Era como un durazno o
como una mejilla
y encerraba la dicha
como los labios encierran cada beso.

Ese día de amor yo fui como la tierra:
sus jugos me sitiaban tumultuosos y dulces

y la raíz bebía con mis poros el aire
y un rumor galopaba desde siempre
para encontrar los cauces de mi oreja.
Al través de mi piel corrían las edades:
se hacía la luz, se desgarraba el cielo
y se extasiaba -eterno- frente al mar.

El mundo era la forma perpetua del asombro
renovada en el ir y venir de la ola,
consubstancial al giro de la espuma
y el silencio, una simple condición de las cosas.

Destierro

Hablábamos la lengua
de los dioses, pero era también nuestro silencio
igual al de las piedras.
Éramos el abrazo de amor en que se unían
el cielo con la tierra.

No, no estábamos solos.
Sabíamos el linaje de cada uno
y los nombres de todos.
Ay, y nos encontrábamos como las muchas ramas
de la ceiba se encuentran en el tronco.

No era como ahora
que parecemos aventadas nubes
o dispersadas hojas.
Estábamos entonces cerca, apretados, juntos.
No era como ahora.

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.

26 de julio de 2010

Nicolás Cristóbal Guillén Batista (*Camagüey, Cuba, 10 de julio de 1902 - † La Habana, Cuba, 16 de julio de 1989)

Yo soy borracho. Me seduce el vino
luminoso y azul de la Quimera
que pone una explosión de Primavera
sobre mi corazón y mi destino.
Tengo el alma hecha ritmo y armonía;
todo en mi ser es música y es canto,
desde el réquiem tristísimo de llanto
hasta el trino triunfal de la alegría.

Y no porque la vida mi alma muerda
ha de rimar su ritmo mi alma loca:
aun mas que por la mano que la toca
la cuerda vibra y canta porque es cuerda.
Así, cuando la negra y dura zarpa
de la muerte destroce el pecho mío,
mi espíritu ha de ser en el vacío
cual la postrera vibración de un arpa.
Y ya de nuevo en el astral camino
concretara sus ansias de armonía
en la cascada de una sinfonía,
o en la alegría musical de un trino.

La tarde pidiendo amor.
Aire frío, cielo gris.
Muerto sol.
La tarde pidiendo amor.

Pienso en sus ojos cerrados,
la tarde pidiendo amor,
y en sus rodillas sin sangre,
la tarde pidiendo amor,
y en sus manos de uñas verdes,
y en su frente sin color,
y en su garganta sellada...
La tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor,
la tarde pidiendo amor.

No.
No, que me sigue los pasos,
no;
que me habló, que me saluda,
no;
que miro pasar su entierro,
no;
que me sonríe, tendida,
tendida, suave y tendida,
sobre la tierra, tendida,
muerta de una vez, tendida...



¡Aquí estamos!
La palabra nos viene húmeda de los bosques,
y un sol enérgico nos amanece entre las venas.
El puño es fuerte
y tiene el remo.

En el ojo profundo duermen palmeras exorbitantes.
El grito se nos sale como una gota de oro virgen.
Nuestro pie,
duro y ancho,
aplasta el polvo en los caminos abandonados
y estrechos para nuestras filas.
Sabemos dónde nacen las aguas,
y las amamos porque empujaron nuestras canoas bajo
los cielos rojos.
Nuestro canto
es como un músculo bajo la piel del alma,
nuestro sencillo canto.

Traemos el humo en la mañana,
y el fuego sobre la noche,
y el cuchillo, como un duro pedazo de luna,
apto para las pieles bárbaras;
traemos los caimanes en el fango,
y el arco que dispara nuestras ansias,
y el cinturón del trópico,
y el espíritu limpio.
Traemos
nuestro rasgo al perfil definitivo de América.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
La ciudad nos espera con sus palacios, tenues
como panales de abejas silvestres;
sus calles están secas como los ríos cuando no llueve en la montaña,
y sus casas nos miran con los ojos pávidos
de las ventanas.
Los hombres antiguos nos darán leche y miel
y nos coronarán de hojas verdes.

¡Eh, compañeros, aquí estamos!
Bajo el sol
nuestra piel sudorosa reflejará los rostros húmedos
de los vencidos,
y en la noche, mientras los astros ardan en la punta
de nuestras llamas,
nuestra risa madrugará sobre los ríos y los pájaros.

Magdalena Carmen Frieda Kahlo Calderón (Coyoacán, 6 de julio de 1907 – Coyoacán, 13 de julio de 1954)


Si en tu vientre acampó la prodigiosa
rosa de los colores, si tus senos
alimentan la tierra con morenos
víveres de espesura luminosa;

si de tu anchura maternal la rosa
nocturna de los actos nochebuenos

sacó tu propia imagen con serenos
desastres en tu cara populosa;

si tus hijos nacieron con edades
que nadie puede abastecer de horas
porque h
ablan soledad de eternidades,

siempre estarás sobre la tierra viva,
siempre serás motín lleno de auroras,
la heroica flor de auroras sucesivas.
(Carlos Pellicer
)


Cero a la izquierda, nada.
Yo te digo: toma esta nada,
póntela en un dedo.
Nada en un dedo llevarás sin miedo.
La nada poderosa del mendigo.
Te veo por la nada de un postigo y eres la cifra que alcanzar no puedo.
Ante tu fuerza saludable quedo
igual a un árbol hueco y enemigo.
Cero sin fin a la derecha es tuyo.
Sí pienso en ti -robándote-,
destruyo toda la cobardía que me llena.
Nada soy. Todo tú.
Con nuestra vida llena de soledad,
yo soy la arena y tú la raya horizontal sufrida.



Ella es su creación. Un Dalí latinoamericano.
Reina, hechicera o india tehuana.
Inexacto límite entre lo onírico y lo real.
Paisaje de terciopelos, orquídeas y esclavas.
Mujer azul con bigotes rosáceos.
Metáfora, símbolo o señal de lo ardiente, sexo, fuego y muerte.

Ella fue para Diego lo que Dalí fue para Gala:
Excitación, sudor, sostén y locura.
Policromada cariátide de un templo griego,
Mural, tapiz de plumas, vuelo o escultura,
Joven virgen del thiasos lesbiano o perla gris del Egeo,
cuna, cama y sepultura.

Una trenza entre Narciso y los espejos.
Desgarramiento lila. Oro azul de Coyoacán.
Volcánico alarido de la imagen femenina.
Ella es Frida y Frida su creación.
Tajo, solo tajo. Pieza única de orfebrería.
Pesada oscura joya precolombina. ( André Breton
)


Destilaste de tu carne cansada, mutilada
el infinito néctar con el que se hace la vida
y tomaste uno a uno
los clavos que encontraste en el camino

y los clavaste a tu cuerpo, para colgar recuerdos
para que cuando la muerte llegará pudiera
colgar su piel en uno de ellos
para saber por que se había tardado tanto
para saber por que la vida
tan corta, tan efímera, tan fugaz

es tan dolorosa, tan triste, tan dolorosa
Tejiste con tu pincel las grietas que te poblaban
Y en cada una de ellas anidaste un silencio
Un secreto que se hizo carne
Carne que cantó su amargura de no volar de no ser ave
Y atrapaste allí tu alma, en este inútil cuerpo
Y las manos se te volaban sobre el lienzo
Para asesinar tu pena de otras manos ausentes
flechas lanzadas por un oscuro cazador nocturno
A una mujer que es venado y
que es mujer por que sabe de su llanto
por que ha llovido sobre tu rostro cansado
por que te has limpiado las lagrimas con esas manos
que no son aves pero que vuelan sobre el lienzo
lienzo que no es alma pero que es su piel
piel que guarda las cicatrices de las caídas
los moretones de los golpes
las heridas abiertas como homenajes
al más sangriento de los sacrificios
al más noble de los sentimientos
al amor que no es ave pero que vuela
que no es agua pero purifica
que no es dios pero redime y eterniza.




Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto[ (Parral, 12 de julio de 1904 – Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973)

PABLO NERUDA

"Por qué se me vendrá todo el amor de golpe

cuando me siento triste, y te siento lejana ..."


(...)
Estoy mirando, oyendo,
con la mitad del alma en el mar y la mitad del alma en la tierra,
y con las dos mitades del alma miro el mundo.

Y aunque cierre los ojos y me cubra el corazón enter
amente,
veo caer agua sorda,
a goterones sordos.
Es como un huracán de gelatina,
como una catarata de espermas y medusas.
Veo correr un arco iris turbio.
Veo pasar sus aguas a través de los huesos.
"


Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece
que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.

Era mi corazón un ala viva y turbia
un ala pavorosa llena de luz y anhelo.

Era la primavera sobre los campos verdes.
Azul era la altura y era esmeralda el suelo.

Ella -la que me amaba- se murió en primavera.
Recuerdo aún sus ojos de paloma en desvelo.
Ella -la que me amaba- cerro sus ojos... tarde.
Tarde de campo, azul. Tarde de alas y vuelos.
Ella -la que me amaba- se murió en primavera...
y se llevó la primavera al cielo.