
La avenida estridente en torno de mí aullaba.
Con su mano fastuosa casi apartó las puntas del velo que llevaba.
Ágil y ennoblecida por sus piernas de diosa, me hizo beber crispado, en un gesto demente, en sus ojos el cielo y el huracán latente; el dulzor que fascina y el placer que destroza.
Relámpago en tinieblas, fugitiva belleza, por tu brusca mirada me siento renacido.
¿Volveré acaso a verte? ¿Serás eterno olvido? ¿Jamás, lejos, mañana?, pregunto con tristeza. Nunca estaremos juntos. Ignoro adónde irías. Sé que te hubiera amado. Tú también lo sabías.
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