DESTINO
Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
(...)
Damos la vida sólo a lo que odiamos.
ACCIDENTE
Temí… no el gran amor.
Fui inmunizada a tiempo y para siempre con un beso anacrónico y la entrega ficticia -capaz de simular hasta el rechazo- y por el juramento, que no es más retórico porque no es más solemne.
No, no temí la pira que me consumiría sino el cerillo mal prendido y esta ampolla que entorpece la mano con que escribo.
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