4 de noviembre de 2009

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986)

Si pudiera vivir,nuevamente mi vida.
En la próxima trataría
de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto
me relajaría más.

Sería más tonto de lo que he sido
de hecho tomaría muy pocas cosas con serenidad.

Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, contemplaría más
amaneceres.
Subiría
mas montañas, nadaría mas ríos. Iría a más lugares donde nunca he ido.
Comería más helados y menos habas.

Tendría más problemas reales y menos imaginarios.

Yo fui de esas personas que vivió
sensata y prolíficamente cada minuto de su vida.
Claro que tuve momentos de
alegría.
Pero si pudiera volver atrás, trataría de tener solamente
buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso esta hecha la vida.
“Solo momentos, no te pierdas el ahora.”
Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte
sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas…
Si volviera a vivir
viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar
descalzo al principio de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría mas vueltas en la calesita
contemplaría mas amaneceres y jugaría con más niños.
Si tuviera otra vez la vida por delante,
pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.


1964
I

Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,

cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós las mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy sólo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.

Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente

para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.

II

Ya no seré feliz. Tal vez no importa.
Hay tantas otras cosas en el mundo;
un instante cualquiera es más profundo
y diverso que el mar. La vida es corta

y aunque las horas son tan largas, una
oscura maravilla nos acecha,
la muerte, ese otro mar, esa otra flecha
que nos libra del sol y de la luna

y del amor. La dicha que me diste
y me quitaste debe ser borrada;
lo que era todo tiene que ser nada.

Sólo que me queda el goce de estar triste,
esa vana costumbre que me inclina
al Sur, a cierta puerta, a cierta esquina.

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